Ismael miró por el ojo de la
cerradura y rápidamente se apartó al escuchar los
pasos, su corazón latía con fuerza como manada de feroces bestias, tardó un
momento en recobrar el ritmo de su respiración y sintió la necesidad de darse
por vencido .- ¿Cuánto tiempo más debo permanecer aquí?.- pensó, no se atrevía
a hablarle, había perdido la cuenta de los días, quince quizás, le parecía una eternidad y su única
conexión al mundo más allá de esas cuatro sucias paredes era la cerradura
oxidada que dejaba pasar un poco de luz.
No
había visto a sus secuestradores aún, llegó vendado aquella madrugada, por
suerte había llevado a casa a su amada antes de ser interceptado y no tendría ella
que sufrir aquel encierro sin sentido, agradeció al cielo que ella sería la
única que podría reportar su desaparición y sintió un poco de alivio, habían
tenido unos días conflictivos antes de su secuestro pero estaba decidido a
pedirle que fuera su esposa al verla.
Por
las tardes escuchaba esos pasos que sigilosamente cruzaban lo que parecía una
sala, para no ser escuchados, pero era tan silencioso aquel lugar que era
imposible, le pareció oír una voz de mujer, tal vez fuera un sueño, pero estaba
seguro de que serían esos callados pasos su única compañía hasta ser liberado.
Se
había cansado de gritar, ya sin voz solo podía pensar y esperar su única comida
diaria, la cual le era tirada desde el techo .-Inhumanos.- decía cada vez que
con desespero comía nuevamente frijoles, los que siempre detestó.
Pensó
en mil maneras de escapar, pero todas fracasaban aún en su mente, se rindió, y
pasaba el día acostado en los sacos que le servían de colchón; su cama era tan
cómoda, jamás lo había pensado.
Pasó
un día, dos días, tres días más de encierro, ya no llevaba la cuenta extrañado
de no escuchar de sus victimarios nada relacionado a su rescate, así que
nuevamente mirando a través de aquella pequeña cerradura estaba por primera vez
decidido a no apartar su mirada al escuchar los pasos, decidido a ver al
cómplice de su miseria que le mantenía cautivo, esperó por horas, no supo
cuántas, de repente, pasos delicados, puntillas en cámara lenta se acercaban,
nunca los había escuchado tan cerca y sintió aún más curiosidad, así que permaneció
inmóvil aferrado a la puerta, sin siquiera pestañear.
.-¿Amor?.-
Susurró
incrédulo viéndola fijar su impávida mirada en la puerta con una sonrisa
escalofriante, su amada lo mantuvo cautivo sin razón alguna por un día, dos
días, quince años más, no lo sabía pues ese día entendió que era mejor no
entender nada, ya no sólo había perdido la voz y las ganas de luchar, había
perdido la razón, sus sueños, su vida y su corazón.
Ismael miró por el ojo de la
cerradura, pero esta vez se vio a si mismo abrazando a
su amor, manteniendo juntos en cautiverio a aquel pobre chiflado cuyo nombre ya
había olvidado.
Que bueno, me encantó la forma como usas la narrativa. Felicitaciones.
ResponderBorrarGracias Luis G., eso significa entonces que voy bien en el taller de escritura! Un abrazo y gracias por tu lectura y comentario
ResponderBorrarQue bueno tu escrito. Lo disfruté.
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