6am, suena el despertador como cada mañana de los últimos 3
años, podría haber seguido en esa paradisíaca playa, pero una vez más el infame
armatoste de metal le hizo encontrarse con su realidad, se levanta y da inicio
al pesado ritual que lo llevará al más penoso trabajo, y no exagero, ser
asistente de un fracasado, alcoholizado y prepotente escritor que se ha
chamuscado en la historia sin poder resurgir de sus cenizas no es lo que vino a
hacer; tenía su maleta llena de sueños, hoy empolvados bajo su cómoda como restos insepultos de la última chispa que le
quedaba. Odiaba la ciudad, odiaba su monotonía, pero más odiaba su cobardía que
le hacía ser esclavo de los deseos pestilentes a licor de su “amo”.
Caminó al subterráneo esperando que algún inconforme usuario
enloqueciera y le lanzara al riel concluyendo así su amarga existencia, como
cada mañana, hasta para eso era un cobarde.
Esperó el vagón, sin prisa, sin importarle su entorno, de
pronto, un empujón a su espalda le hizo lamentar su deseo de morir y se aferró
a ese brazo tan delgado, suave, perfumado, sólo alcanzó ver un par de zapatos de tacón de un azul
eléctrico inolvidable, adornando un par de piernas excelsas .-Disculpe Ud.
señor, llevo prisa.- pero él no pudo hablar, sus ojos eran infinitos, de miel y
canela, y así, se fue como llegó, como un golpe azul a su gris corazón
.-¿Volveré a verle?.- pensó.
6am suena el despertador que le separa de ella, con tacones
azules y ojos de miel, corrió al subterráneo, al mismo lugar donde deseó vivir
ese día en vez de caer al riel, buscó esos zapatos de 10cms, azules tan
eléctricos como inolvidables; estuvo una
hora buscando el zapato azul que se balanceaba con el vaivén del vagón, no
le importaba llegar tarde a su destino, y al encontrarlo, como cada mañana era
esa su razón de vivir, la falsa esperanza de poder declararle su amor y decirle
algún día su nombre, que por los nervios había olvidado.
Entraba y salía del subterráneo, como cada mañana de los
últimos 11 meses, buscando esos zapatos seductores que no podía dejar de
mirar.-¿Serán sus preferidos o, tal vez no tendría otros?.- no importa, porque
era ese momento en el que cruzando su pierna entre la multitud, dejaba entrever su zapato azul balanceándose,
y solo así sabía que ella estaba allí, efímera, justo donde él la quería.
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