Tendría poco menos de 20 años, su rostro inexpresivo reflejaba un largo historial de violencia y moretones que ya se tornaba verdes, pero fue su ropa ensangrentada la que hacía a quienes le rodeaban apartarse como quien fuera dando voces por tener lepra.
Cruzó la puerta de salida del Palacio de Justicia donde había permanecido casi tres días por un caso de asalto frustrado por la flagrancia, su abogada sonriente recibía un fajo de billetes que su madre le había traído como pago de la defensa que dejaria en libertad a su hijo. Aquella pobre mujer, había asistido a la audiencia con sus dos hermanos, los tíos, quienes uno de cada lado ayudaban a ese esquelético hombre a caminar, sus heridas en la pierna derecha aún sangraba y los golpes que había recibido le hacían quejarse. Su mujer también estaba allí, fiel a su flaco, aferrada al padre de sus dos hijos, caminaba cerquita a él, no se le separaba.
Vi todo ese cuadro a unos pocos metros de distancia, tal vez dos, pero no quise moverme, no sería como todos esos corazones de piedra que no veían en él un rastro de humanidad, debía demostrarles que yo no era como los demás; por su puesto me sentí inquieta pues estaban saliendo cantidades de esos mismos "flacos", arapientos, sucios, golpeados, pero yo no soy como los demás, yo vi personas iguales a mi pero en diferentes circunstancias, viendo el sol después de varios días.
Uno de los tíos elevó su mano y con un fuerte silbido detuvo a un taxi que les llevar de vuelta al barrio, a seguir sobreviviendo .- Somos 5-. Dijo al chófer quien aceptó el trato, pero al ver aquel cuadro que se robaba toda mi atención, cerró la puerta y les dijo. -No, no puedo llevarles.- Yo, no podía creerlo, ¿acaso se cree mejor ser humano que el flaco? y luego de pensarlo, me acerqué con la voz que ensayé un poco antes. - Disculpa flaco, acá tengo toallitas húmedas, limpia toda esa sangre de tu cara, manos y pierna y pide otro taxi, ese hombre no es más valioso que tú, no es más especial que tú.- me sentía un pavo real con sus plumas de par en par, ya se los había dicho, no soy como aquellos corazones de piedra que no ven la humanidad en todos, recibí varios gracias, pero no del flaco que me miraba fijamente, pude observar aun más de cerca el verdor de los golpes en su cara y deseaba a la vez que si recordaba algo de ese momento fuera que que si es alguien especial.
Lo limpiaron, botaron las toallas al suelo, no podía hacer más así que no les dije nada, vi como le cambiaban de ropa y le calzaban medias y zapatos deportivos, en plena calle, pero no me causó horror, me causó dolor.
El tío extendió nuevamente su mano .-Somos 5.- repitió, y en esta oportunidad si pudieron abordarlo, me sentí grande y pensé que había sembrado una buena semilla, ya ese flaco no volvería a ser nada de lo que fue, un antisocial.
Seguí esperando un taxi, estaba tan pendiente de la trágica escena que no había solicitado alguno, y para mi suerte un chófer se detuvo justo frente a mi, vi al chófer sudoroso y pensé que el calor que había no era normal, me acerqué a la ventanilla para preguntar si podía llevarme a mi destino. .-Cállate y sube tranquilita.- sorpresa sorpresa, el flaco me apuntaba con un arma de fuego desde el asiento de atrás, no entendía qué sucedía y lamenté no ser como los demás corazones de piedra, subí.
No se a dónde me lleva, tal vez me quiera agradecer pero no conoce otra manera, y ya despidiéndose la tarde, llega la noche y con ella mi peor pesadilla.
jueves, 5 de mayo de 2016
Corazones de piedra
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Por la forma en la que se iba desarrollando la historia y para ser franca esperé lo peor.
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